Escrito en 2007
Las abejas son el único insecto que desde tiempo inmemorial explota el campesino asturiano que pertenece a la casería, base de explotación familiar del campo en Asturias, y que son tratadas como un «ganado» más, según consta desde el año 1247 (observancias de Aragón – Jaime l). A día de hoy están clasificadas como ganado menor.
Al tratarse de un insecto semisalvaje con el que las relaciones son siempre difíciles, para tener éxito con ellas «había que entenderlas», y para ello no servía cualquier persona, de modo que así surgió la figura del «abeyeru» o «abeyeiro»o especialista en este ganado.
La miel era un comestible habitual en casi todas las casas campesinas. Se consumía en grandes cantidades en los meses de verano, coincidiendo con la época de mayor trabajo (siega de la hierba, cosecha de centeno, escanda y trigo). La cera, por su parte, era un valor de cambio importante, pues se vendía por dinero, se trocaba por especias y, a veces, se empleaba para pagar las rentas de la tierra. La abundante producción de cera permitió la formación de una industria, cuya instalación más destacada eran los lagares de cera donde ésta se cocía, exprimía y limpiaba, con la ayuda de un lagar de viga con husillo y pesa.
La importancia de las abejas en algunas casas era tal, que en la fundación de un vínculo realizada en 1.768 por un propietario de un pueblo de Robledo (concejo de Allande), se obliga a los beneficiarios a conservar y atender los cortinos (colmenares) y las colmenas existentes en la casa.
Otras manifestaciones de la importancia del cultivo de las abejas son la entrega de colmenas y colmenares en las dotes que los padres dan a sus hijas para casarse y algunas mandas testamentarias, como la del licenciado Juan Sierra de Castañedo (concejo de Allande) que, en 1.659, deja «una colmena buena al sacerdote que asistiese a mi fallecimiento, y sí fueren dos, lleven cada una la suya«.
La imposición de rentas en cera por parte de los monasterios a los campesinos asturianos, favoreció el arraigo, desarrollo y mantenimiento forzoso de la apicultura en Asturias.
Los cortinos
En Asturias, uno de los aprovechamientos tradicionales del monte era la apicultura, que se manifestaba en el paisaje con dos construcciones específicas de esta actividad y de gran valor etnográfico: los talameiros o talameras y, sobre todo, los cortinos.
Ambos modelos de colmenares aparecían y aparecen diseminados por las laderas solanas de los montes bajos y servían para proteger las colmenas del fuego y de los osos. Se extendían sobre todo por los concejos más occidentales de la región. Además, junto a estas construcciones, también existían otros colmenares localizados en peñas o lugares rocosos de difícil acceso, donde los «abeyeros» añadían muros o afloramientos de rocas para facilitar la instalación de las colmenas.
En el centro y oriente de la región era más común la colocación de las colmenas en los corredores de los hórreos o en unas «talameras» (anaqueles) sujetas a la pared de la casa.
El catastro de Ensenada es la fuente de información más importante y antigua que tenemos, y permite conocer el número de colmenas que poseían los apicultores asturianos a mediados del siglo XVIII.
A partir de esta fuente, podemos distinguir claramente en Asturias tres áreas geográficas con un total de 65.813 colmenas.
- Zona centro-oriental, cuya característica principal es que la mitad o más de los apicultores, tienen una o dos colmenas. Los que superan la cifra de nueve o diez son una minoría, y existen lugares donde ningún vecino alcanza esas últimas cifras.
- Zona de la marina occidental donde en torno al 40% de los apicultores tienen una o dos colmenas, siendo los poseedores de nueve a veinte colmenas el 10%.
- En 1.900, Méndez-Valledor calculaba que en el término municipal de Grandas de Salime había más de 5.000 colmenas. En ese año el número de vecinos seria aprox. de 500.
Flórez Lorenzo (el cura de les abeyes) realizó en 1.931 un censo apícola de Asturias «para confeccionar un mapa con destino a la Feria de Muestras de Gijón, en la cual la instalación apícola había interesado mucho al público«. Para ello envió 1.200 circulares y hojas encasilladas a todos los maestros nacionales de la provincia. Fueron devueltas -escribe Flórez- 422, o sea el 35% de las repartidas, figurando con la mayor proporción (de respuestas) los partidos de Infiesto y Lena, y con la menor, Gijón y Avilés. Por razón de colmenas están a la cabeza Castropol con 8.862 colmenas y Tineo con 5.270. Merecen especial mención los distritos escolares de San Salvador y San Martín, en Allande, Monasterio del Coto, en Cangas de Narcea, e Illano, con 1.199, 1.000, 783 y 775 colmenas respectivamente. La totalidad de éstas se eleva a 27.539. El nº de apicultores es de 4.113, distinguiéndose Castropol con 737 y Tineo con 555, y los distritos escolares de San Salvador (Allande), Pesoz y Soto de Agues (Sobrescobio) con 59, 48 y 46 respectivamente.
En la actualidad, el censo de colmenas en Asturias se estima en torno a las 25.000-30.000, con una producción de unas 500-600 toneladas por año aproximadamente.
Desarrollo de la apicultura en Asturias
En Asturias, como en el resto de España, tanto las investigaciones sobre las abejas como las nuevas prácticas apícolas, tardarían bastantes años en difundirse entre los apicultores ilustrados.
Los tres autores asturianos de los que conocemos sus escritos son clérigos. El más antiguo es el dominico Fraile Toribio de Pumarada y Toyos, que escribió en 1.712 un tratado agronómico en el que dedicaba 60 folios a la apicultura con el título «Del colmenar y todo gobierno de la abeja«. La publicación en España de la obra «Diccionario de apicultura«, compuesta por el abate Jean Rozier (1.734 – 1.793), sirvió como principal fuente de información al presbítero asturiano José Antonio Sampil, que en 1.798 publica su «Nuevo plan de colmenas«.
Además de estas personas, hay que destacar la labor de la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias, fundada en 1.780, que al menos desde 1.788 hasta comienzos de los años treinta del siglo XIX, convocó diversos premios para fomentar y mejorar la explotación de las abejas, y promovió la redacción de memorias en este tema.
Por último, el ya mencionado sacerdote Carlos Flórez Lorenzo, «el cura de les abeyes», es durante la primera mitad del siglo XX el introductor y principal divulgador en Asturias de las colmenas movilistas y la apicultura moderna. Sus ideas divulgadoras se resumen en los seis objetivos que establece en el proyecto que en 1.925 envía a la Diputación para crear una «escuela práctica de Apicultura».
- Dirección de «colmenares oficiales o particulares con colmenas de variados tipos, para dar en ellos públicamente conferencias y lecciones prácticas y comparar el rendimiento en orden a la adopción del mejor modelo».
- Auxiliar a los principiantes en la confección de las colmenas y auxiliar sus trabajos.
- Dar conferencias teórico-prácticas en los centros docentes y en las sociedades agrícolas.
- Publicar en la prensa regional los trabajos apícolas que deben realizarse en las diferentes estaciones.
- Contestar a las consultas que le hagan de palabra o por escrito.
- Fomentar las relaciones entre los apicultores para que se presten mutua ayuda y consigan ventajas económicas en las compraventas.
Por los años 1.977/78 tres aficionados a la apicultura: Eustaquio, Emilio y Sixto, incorporándose poco más tarde un cuarto, Mínguez, fomentan encuentros entre apicultores, lo que da lugar por los años 1979/80 a que un grupo gijonés, socios de la Asociación de Apicultores de Asturias, comience a divulgar lo interesante de esta actividad para el desarrollo medioambiental, frutícola, agrario, producción directa, miel, cera, propóleos, etc.
Llegaron a colocar en el recinto de la Feria de Muestras de Gijón durante su celebración en el mes de agosto de 1.980 – 1.981, en el llamado Pueblo de Asturias, una colmena viviente (primera en España) llamada de observación, la cual causó una extraordinaria inquietud sobre el tema.
Este movimiento apícola llevado a cabo por estos aficionados a la apicultura fue construido sobre los conocimientos que en distintos cursos nos transmitió Enrique «El Peruyu» (vaya mi reconocimiento personal para esta excelente persona).
De este grupo de personas que formó parte del movimiento apícola en Gijón, nace la Asociación Gijonesa de Apicultores (A.G.A.) en el año 1.983.
Este trabajo en gran medida motivó que el Sr. D. Pedro Masabeu (banquero) dotase de los fondos necesarios para la creación, dentro de la Fundación Principado de Asturias, el Instituto de Investigación y Desarrollo de la Apicultura (año 1.983), dividiendo la región en once áreas, las cuales serían atendidas gratuitamente por otros tantos técnicos, disponiendo cada uno de furgoneta para poder desplazarse por toda Asturias. Este Instituto de Investigación lo dirigió el que fuera fundador de la Asociación de Boal, D. Jesús González Gayol.
En esta época no podemos olvidar el trabajo hecho desde la Universidad de Oviedo (que en aquellas fechas fue de lo más destacado que se hizo en España y en Europa) por la Dra. en Zoología Dña. Ana Quero Martínez como investigadora principal y, como becaria de investigación, la acompañó la licenciada en Biología Mª Rosario M. Farpón. Estas personas recorrieron palmo a palmo toda nuestra tierra asturiana y zonas limítrofes.
Estos estudios sobre la abeja, sin que sepamos muy bien por qué, nunca llegaron a ser conocidos por los apicultores asturianos como todos hubiéramos deseado, y así poder beneficiarnos de un extraordinario trabajo.
Finalmente, a partir de 1.982/83, fecha en que la intensa labor divulgativa emprendida desde el Instituto de Investigación Apícola con D. Jesús González Gayol al frente, logra una profunda reconversión y despegue de la apicultura asturiana, adaptándose al fin, de forma generalizada, el uso de la colmena vertical de cuadros móviles. Los rendimientos aumentan espectacularmente y la calidad de la miel (desde el punta de vista higiénico) aumenta a la par.
Creo es justo mencionar como persona comprometida y destacada en el tema apícola a D. Juan José Lastra Menéndez, catedrático de biología de la Universidad de Oviedo, autor de varios libros sobre abejas y flora melífera asturiana.
El Instituto de Investigación Regional Apícola, financiado por D. Pedro Masaveu, organiza el II Congreso Nacional de Apicultura el cual se celebra en Gijón en la Feria de Muestras (año 1.984).
En esta época nacen los primeros certámenes y ferias relacionadas con la miel de Asturias, así como la creación de diversas Asociaciones de Apicultores del Principado de Asturias, teniendo como fines principales el desarrollo y promoción de la apicultura en Asturias.
Se crea la Federación de Asociaciones de Apicultores de Asturias FAPI, la cual ejerce la representación ante los organismos oficiales, entidades privadas, etc. en defensa de los intereses colectivos de los apicultores.
En el año 2.002 se legisla la normativa que con alguna pequeña reforma rige la apicultura al día de hoy.
Casimiro Sixto Muñiz